Imágenes cedidas por Pilar Aguirregabiria. |
El auténtico origen de la tradición navideña de decorar con un árbol nuestros hogares no está del todo claro, pero no cabe duda de que ya es una costumbre muy arraigada que agrada a grandes y a chicos; todos disfrutan por igual a la hora de decorarlo y contemplarlo. Las leyendas que intentan explicar su procedencia siempre aluden al espíritu de generosidad que nos invade en estas fechas. Una de estas historias sitúa el nacimiento de la tradición en Alsacia, donde vivió hace ya cuatrocientos años un bondadoso sacerdote que cada noche de Navidad repartía entre los menos favorecidos de su pueblo alimentos, ropa y dinero que recolectaba durante el año. Un día, mientras preparaba los paquetes para sus fieles más pobres, el sacerdote admiró la hermosa noche y se le ocurrió colgar los regalos en las ramas de un abeto próximo a la iglesia. Los pobres podrían así disfrutar también del cielo estrellado de aquella noche clara, mientras se cantaban bajo el árbol cánticos sagrados. Tan agradable resultó la reunión que desde entonces el árbol fue el centro de la fiesta navideña. Otro de los relatos sitúa el origen de la tradición en la Inglaterra del siglo XVIII, cuando la esposa del rey Jorge III, la reina Carlota, decidió instalar en uno de los salones más grandes de palacio un árbol de Pascua adornado con guirnaldas, luces, juguetes y toda clase de regalos para sus súbditos.
Sea cual sea el verdadero momento del nacimiento de la tradición, no dejes pasar una nueva Navidad sin la compañía de un abeto bien adornado e impregnado del espíritu de la Navidad. Si quieres dar un toque de originalidad a tu árbol, puede decorarlo con productos naturales como hojas secas, paja, cañas de bambú, piñas, flores secas o virutas de madera. Y en cualquier caso, no olvides rodearlo con los regalos de tus seres queridos.
Y quien dice un abeto, dice un tronco del brasil, un cactus, una maceta de laurel...
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